La Luna es y ha sido fuente de inspiración para escritores, poetas y enamorados. Entorno a ella giran mil y una leyendas y cuentos que nos hechizan y nos hacen soñar, posiblemente porque está suspendida misteriosamente en el firmamento –gracias también a las leyes de la gravedad– y porque su brillo ilumina nuestras noches. Este astro ha sido y es testimonio de promesas imposibles de amor, fidelidad o venganza que han dado origen a numerosas frases hechas. En ilallum nos servimos del refrán catalán “Demanar la lluna en un cove” –“pedir la luna” en castellano– para un proyecto de iluminación de arquitectura efímera que hicimos para Lluèrnia, el Festival del Fuego y la Luz que cada año se celebra en Olot, en Girona.
Junto con el escenógrafo Josep Iglesias –colaborador habitual de ilallum– planteamos un proyecto de arquitectura efímera para recrear este momento imposible. El privilegiado escenario fue el patio del antiguo hospital de Olot. Conjuntamente trabajamos el espacio y su ambientación, jugando con la luz y el agua para crear un atmosfera propicia para que el visitante pudiera capturar nuestra particular luna.
Igual que las antorchas guían el camino en la oscuridad, nuestras cubos llenos de agua y luces marcaban el recorrido que el visitante debía seguir. La magia de no saber qué encontrarían al final del itinerario les despertaba su curiosidad y les conducía por la oscuridad hasta el patio del antiguo hospital donde una luna de grandes dimensiones les esperaba. No había más iluminación que nuestra luna que, aunque lejos, estaba más cerca que la real y más al alcance de aquellos que sueñan con poderla capturar algún día.
Debajo de nuestra luna había unos cestos de mimbre llenos de agua, dispuestos a capturar toda su belleza. El agua nos sirvió de aliada para conseguirlo. Y es que su superficie actuaba como espejo en el que la luna se miraba y se sentía prisionera de su propio reflejo.
Los primeros en conseguir capturarla fueron los más pequeños que, gracias a los libros La lluna en un cove con los que muchos aprenden –y aprendimos– a leer, conocían el refrán. Ellos fueron los que enseñaron a sus padres cómo colocarse delante de cada cesto para tener, aunque solo fuera por unos segundos, su propia luna y convertirse en sus únicos dueños a través del cesto que tenían a sus pies. La complicidad, la emoción, la ilusión y la alegría por haber conseguido lo imposible afloraban en sus rostros cada vez que conseguían su “lluna en un cove”.
Con esta instalación del Festival Lluèrnia buscamos jugar con el visitante, plantearle un reto para que obtuviera un regalo único y lleno de belleza como es sentirse el dueño de la luna durante unos instantes. Y de nuevo, la luz y también el agua nos ayudaron a conseguirlo.